Nos despertó el gallo.
Salida de Sarria ya clareando, lo que nos permitió apreciar el puente medieval.
Corredor junto a la vía y paisaje bucólico.
Pronto la cuesta del día nos iba a arrancar el primer sudor. A partir de ahí, una buena pista, unas veces asfaltada, otras no; tramos de carreteras locales... pero siempre entre entre prados, explotaciones ganaderas delititadas por manzanos, castaños y carballos.
Visita a Santiago de Barbadelos. Cerrada.
Tramo con muchos peregrinos. El sonido de tus bastones y de tus zapatillas se pierden entre múltiples conversaciones en múltiples idiomas. Los tic-tac se multiplican. La mayoría de los bastones de peregrinos van sin protección. Se pierde la serena soledad de días anteriores.
Ciclistas que protestan, peregrinos que saltan ante algunas bicis demasiado rápidas.
Cola en la panadería de Peruscallo para un café. Fuente del Peregrino casi dejada de la mano de Dios.
Visita a la iglesia románica de Santa María en Mirallos. En el exterior, sellado de credencial, pero el interior, cerrado. Magnífico panteón gótico.
Peregrinos desandando el camino y vacas en contra. Suena una gaita. También el Camino agudiza el ingenio. Primeros horreos
Durante la primera parte del día, el sol ha estado oculto tras niebla alta. Ya nos acompañan nuestras sombras, pero el sol sólo apretará al llegar a Portomarín.
Cerveza en el Descanso y bajada hasta el largo puente. El embalse está bastante seco. Se puede ver el antiguo puente y restos del pueblo. Escalinata y cuesta para rematar la faena. Ducha, buena comida comida, aunque servicio lento. Jubilados gritones. Sesión de lavado y convivencia con otros peregrinos de Sevilla y Cádiz.
Paseo por Portomarín. Iglesia de San Nicolás y exterior de San Pedro. Románicas. Trasladadas piedra a piedra desde su ubicación original. Parque agradable. Casonas blasonadas. Soportales en piedra.
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